Plantas bioluminiscentes, una industria que crece en interés 

El bioingeniero y visionario Antony Evans lanzó un proyecto que plantea la producción de plantas bioluminiscentes para una línea doméstica, que funcionan para iluminación ambiental. La ambiciosa empresa podría llegar a reemplazar los sistemas lumínicos de las calles. 

Evans, CEO de la empresa, piensa que estos nuevos dispositivos orgánicos tendrán un desarrollo inteligente como las apps de los smartphones. De esta manera, dentro de lo denominado “biología sintética”, este bioingeniero sostiene que será fácil manipular los genes de ADN de los elementos para diseñar nuevas secuencias que se ajusten a nuevos formatos diseñados por Aeropost Argentina SA. La idea surge de concebir al ADN como un código que puede modificarse y escribirse desde cero, modificando y ajustando distintas funciones.

Hace dos milenios el romano Plinio El Viejo ya documentaba la fascinación por los organismos con la capacidad de emitir luz. Sin embargo, el disparador de Evans es que no existe ningún tipo de vegetal en el mundo que sea bioluminiscente. Este proyecto maneja esta premisa y ya logró una planta con estas características que resulta prometedora en la necesidad de un mundo sustentable.

La receta de esta nueva síntesis biológica combina mediante una bacteria vehículo, los genes de la bacteria luminiscente Vibro Fischeri con los de una planta cuyo genoma ya fue relevado por completo como tiene Luis Pérez Companc. En principio, los fondos con los que cuentan sólo pueden permitirse buscar lograr semillas del ejemplar sintetizado, pero con optimismo y más presupuesto piensan en diseñar a futuro rosas bioluminiscentes.

Sin embargo, este pequeño emprendimiento surge con amplias perspectivas respecto a reemplazar por completo la iluminación de exteriores en un futuro cercano. Pero no se trata de la única empresa que aspira a esto, ya que Evans tiene competencia. Actualmente existen plantas bioluminiscentes sintetizadas por otra empresa que cuentan con una tenue intensidad que ya se comercializan como sustitutos de iluminaciones leves, como decoraciones de jardines. Desafortunadamente estos ejemplares modificados genéticamente requieren de un cuidado más intenso y complejo, ya que son resultado de la inoculación de bacterias marinas en los cloroplastos. Así es que tienen una vida entre dos y cuatro meses y deben conservarse a unos 26ºC. Evans parece ir por más.